lunes, 28 de noviembre de 2011

Rumbo al Midi. "Los agustinos"




AGUSTÍ FANCELLI
Pues hete aquí los agustinos que un viernes pueden escaquearse, coger las gessies y llegarse hasta el Midi francés, donde una vieja péniche de canal aguarda que se ocupen de ella. Pueden escaquearse relativamente: a uno de los agustinos, al Fancelli, concretamente, una reunión le retrasa la salida, aunque no hay mal que por bien no venga: el nuevo horario obliga a posponer la salida hasta las 11,30 horas, perfecto para llegar a comer al Motel Empordà sobre las 13.30, en perfecto horario francés.
En el Motel aguarda una grata sorpresa: el menú de otoño que conmemora el 50º aniversario de la casa. Pero de él se hablará con más detalle este próximo sábado en EL PAÍS. Sucede que uno de los agustinos, de nuevo el Fancelli, iba en busca de una crónica y se daba de morros -¡y de paladar!- con ésta. Además, iba acompañado por el fotógrafo con el que tantas crónicas había hecho años atrás, esto es con el otro agustino, el Carbonell. La ocasión la pintan calva (y nunca mejor dicho, visto el poco pelo que le queda al Carbonell). Bendita profesión.
La salida del Motel fue algo más tarde de lo previsto y pasó factura: la temible tramontana se dejó notar con violencia a la altura de los étangs, de Port-la-Nouvelle a Narbona. Las gessies iban de canto, y los pilotos, más. Pero se superó el trance, sin mayores consecuencias. Tiempo para comprar algo de cena en Sallèles d’Aude –que si un poco de quesito, un poco de  jamoncito y algo de paté campagnard, acompañados por una botella de Saint Emilion, rabia rabiña- y dirigirse a la péniche, con su estufita de invierno gentilmente encendida por el guardián del puerto.


Ni que decir tiene que nuestros agustinos durmieron esa noche el sueño de los justos.
A la mañana siguiente, resueltas las gestiones náuticas que habían servido de inmejorable excusa para este viajecito relámpago, las dos gessies tomaban el rumbo de vuelta. Lucía el sol y la tramontana había amainado.










Tiempo pues para salir de la autopista, tomar la carretera de Capmany, atravesar la Albera y llegarse hasta Roses… en punto para la comidita, ñam, ñam. Restaurante La Sirena, frente al mar: cañaíllas, alcachofitas fritas, unos garbanzos con bolets de muerte, y un gall para dos. Para beber, vino blanco de Perafita, glu, glu.
Ya sólo quedaba tiempo para tomar la autopista de vuelta. Llegada a Barcelona sin contratiempos, en perfecto estado de revista. Los agustinos nunca mueren (aunque a veces están a punto, al menos uno de ellos: se admiten apuestas sobre cuál).

2 comentarios:

  1. yo soy rayana de Monteagudo de las Vicarias y me hace ilusion que pases por mi pueblo y hagas fotografias.

    actualmente tengo mi propia casa rural Villa de Monteagudo,te doy las gracias por hacer el reportaje de los pueblos rayanos,poco a poco tenemos que darnos a conocer.por cierto mi madre tiene un blog recuerdos de la abuela lastima que no hablases con ella porque te podria informar de todo de los rayanos.
    un saludo
    gloria

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  2. no havia vist aquestes fotos i aquesta crònica, què genial...

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