martes, 28 de agosto de 2012

Los “agustinos” cabalgan de nuevo por Agusti Fancelli


AGUSTÍ FANCELLI
Cinco tranquilos días con Carbo, cabalgando por el Pirineo de Huesca y Navarra.
Lo que hemos visto, de manera sucinta, está publicado en el blog, que por algo se titula “Miradas”. Pero hay algo que ahí no aparece: el retrato del fotógrafo mirando. Se trata de un espectáculo impagable del que sólo los que hemos tenido la suerte de viajar con Carbo hemos podido disfrutar.
Una primera cosa llama la atención y es la nariz de Carbo para el viaje. El 21 de agosto nos encontramos en Jaca. Carbo me había enviado un mensaje el día anterior advirtiéndome del terrible calor que hacía incluso en la montaña, de manera que para evitarlo hasta donde pudiera salí de Barcelona a las 6.30 de la mañana. Llegué a Jaca sobre las 11, con el sol ya alto y rogando que el hotel en el que se hospedaba Carbo y donde tenía habitación reservada tuviera piscina. Faltaría más, la nariz de Carbo no falla: una piscina arriñonada, con puente años sixties sobre sus frescas aguas, de las que te esperas que de un momento a otro emerja Ursula Andress con su apañado bikini. En lugar de eso, debimos conformarnos con abuelas del Inserso, eso sí en plena forma: convinimos que no estaban nada mal, el que no se conforma es porque no quiere. El Gran Hotel de Jaca es uno de esas instalaciones que debió de inaugurar Fraga cuando era ministro de Información y Turismo: cortinas de cretona, tresillos de sky, un precioso mini-golf en el que ya solo juegan niños aburridos del verano y un alero del tejado con vigas pintadas de verde claro, en estilo vagamente alpino, que hacía las delicias de los no-dos de la época. En suma, un lugar ideal para reponerse de los 300 kilómetros de la primera tirada que llevaba encima.
Quemando goma...

Salimos de Jaca todo lo temprano que nos permitió el hotel, que sirve los desayunos a partir de las 8 de la mañana. Nos desviamos de la autovía a Pamplona para tomar el valle del Roncal, por Burgui. (Por cierto: de regreso a Barcelona, vi un reportaje de raiers navarros –a saber cómo se llamarán en euskera- que descendían por la rampa junto a la presa del pueblo retratada por Carbo en las fotos adjuntas: narices no les faltan). Del Roncal, cruzando el valle de Salazar, llegamos a Roncesvalles, donde la concentración por metro cuadrado de peregrinos a Santiago, hoy practicantes de trekking equipados por Decathlon, es pasmosa. Tiene algo de Montserrat, Roncesvalles: un gótico demasiado restaurado, un turismo a todas luces desmesurado, una leyenda asociada acaso excesiva. Pero la subida al puerto, entre hayas que convierten en oro los rayos de sol, posee una indudable fuerza evocativa: los moteros, con nuestros cascos, armaduras, botas y poderosas monturas, podemos pasar por los herederos modernos de los caballeros medievales, de manera que si aguzamos el oído todavía podemos escuchar dentro de nuestros yelmos el cuerno de Roldán resonando en la lejanía... El descenso a Valdizarbe, en la Navarra media, donde nos hospedamos los días siguientes –Carbo, en Puente la Reina; servidor, en Ucar, con la familia de mi mujer, Blanca-, se produjo de forma plácida, pero todavía calurosa.
Burgui


Burgui


Ahi estamos,pues...











Al día siguiente las temperaturas habían descendido notablemente, de manera que la excursión al Baztán, a la que se unió Blanca, fue muy agradable. Por aquellas insensatas urgencias que a menudo nos impone el concepto “turismo”, decidimos visitar las cuevas de Urdax. Tuvimos que esperar un buen rato para, al final, encontrarnos con lo que ya sabíamos que habría, estalactitas, estalagmitas, coliflores y cabezas de medusa a punta pala: nada diferente a lo que uno ha visto en tantas cuevas visitadas anteriormente y de las –exceptuando tal vez la primera- invariablemente ha salido pensando que vista una, vistas todas. Aunque esta vez sí iba a ser diferente, porque ahí estaba Carbo con su cámara: estoy en condiciones de asegurar que sus fotos son mucho más bonitas que la realidad, señal inquívoca de que la fotografía es el género periodístico que más miente, cuando pasa justo por todo lo contrario. Saliendo, nos tomamos una merecida revancha en un restaurante de Zugarramurdi, donde, según dicen, las chicas al “culo” le llaman “lipurdi” (con ese entrañable deje infantil tan propio de la lengua vasca), mientras que las chicas de Txarrantxulo al “lipurdi” le llaman “culo”, obviamente para mantener la rima del dicho. Una de las ventajas más acusadas de viajar con Carbo es que su nariz no solo sirve para la imagen, sino también para buscar el mejor restaurante (¡son muchos años de patrulla activa por la Barceloneta!). Fue así como fuimos a parar al Altzatenea, en cuyo precioso jardín, a la sombra de un generoso magnolio, dimos cuenta de un glorioso chuletón que debía pasar del kilo (entre tres, tampoco es tanto…).
Blanca,Fancelli,Gesys y el Carbo



cuevas de Urdax


Altzatenea,esperando el chuleton
El viernes 24 lo dedicamos a la Navarra media: Sangüesa, Sos del Rey Católico, Uncastillo, Sadaba, Carcastillo y Unjue a la hora del almuerzo (ensalda y costillitas a la brasa de sarmiento, sin olvidar las migas de pastor iniciales, una ración para tres…).

Ujue...


Migas de pastor, en Ujue


costillas al sarmiento...
Por la noche, en Ucar en fiestas, asistimos al baile de tarde, que se alargó hasta las 11 de la noche, seguido del “torico de fuego” –no se asusten: es una cabeza artificial de toro con rueda de bicicleta y abundantes fuegos de artificio con los que perseguir al personal- y de la cena con la cuadrilla en el Círculo, que se alargó hasta pasada la 1 de la madrugada, momento en que dio comienzo el baile de noche, el cual ni les digo a qué horas acabó (no se lo digo porque, en fecto, no nos quedamos para contarlo). Todas estas actividades, sin excluir las jotas que cantó Begoña en la sobremesa, se desarrollaron a un nivel de decibelios estrictamente navarro, estos es, justo en el límite donde el tímpano amenaza con reventar. Acostumbrado a dominós no mucho más silenciosos, Carbo se movía en el ambiente como pez en el agua. Blanca y yo, como suele ocurrinos, nos quedamos en el limbo de los justos, asintiendo a todo con sendas sonrisas a mitad de camino entre la circunstancia y la imbecilidad. Pero Blanca sabe disimular mejor, pues cuando la orquesta la emprende con la jota se arranca a bailar con buen estilo, convirtiéndose de inmediato en una lugareña más, mientras que quien les escribe debe conformarse con la segunda voz de alguna conocida tonada, que da mucho menos el pego (hace algunos años probé suerte con el acordeón, pero la falta de práctica me aconsejó dejar de hacer el ridículo...).
Ucar, el torico

en el txoco,Ucar

Blanca y Fancelli

Charanga en Ucar
Al día siguiente nos citamos en Puente la Reina hacia mediodía, para realizar algunas compras (chistorra, relleno, queso, embotados… esas cosas con las que hacer más amable el otoño; nota: mi mujer viajó a Navarra en coche para cargar, con la moto hubiera resultado imposible). Fue en la Plaza Mayor donde saltó la anécdota. Armado con su Leica de película, Carbo paseaba ojo a vizor a cuanto puediera resultar inmortalizable. Se percató entonces de un señor que le observaba atentamente. Resultó ser un ex fotógrafo francés que había reconocido la profesioanlidad en la actitud de Carbo. Se acercó y le dijo que sus gestos le recordaban a cierto fotógrafo francés que siempre esperaba a que ocurrieran cosas a su alrededor para disparar… ¡de nombre Cartier Bresson! Aunque lo hizo abundantemente en el txoko de Úcar de la prima Conchi, a Carbo no le habría hecho falta almorzar aquel día: ¡el piropo del señor le había engordado de golpe un par de kilos! Por la tarde, tras una siesta reparadora, de nuevo los dos jinetes solitarios cabalgamos hasta el hotel de Jaca, donde dormimos para, al día siguiente, emprender sin más cuento el regreso a Barcelona. 
calle Mayor,Puente la Reina (Gares)



mercado en Gares

Navarro..

regreso a Barna,por Yesa

gran compañero de viaje, Fancelli
Carbo y yo nos despedimos sin bajarnos de la moto, él en dirección a la Ronda del Litoral, yo hacia la Diagonal. “Un’altra estate se ne va”, canta Paolo Conte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario